EXCELENTE: Messi.
MUY BIEN: Piqué.
BIEN: Valdés.
REGULAR: Rooney.
MAL: Chicharito.
MUY MAL: Van del Sar.
Saludos, Rockylux.
Los viejos rockeros nunca mueren:
Porque él nunca sacó aquella idea de su cabeza. Porque él jamás dejó de perseguir sus sueños. Porque a él nadie le quitaba la ilusión de vivir por y para la música. Él era un ejemplo a seguir para cualquier persona. Tenía sus defectos, como todo el mundo, pero yo le miraba a él con muy buenos ojos siempre, hiciera lo que hiciera. Porque a pesar de todo, él era mi padre. Lo tenía que aceptar tal y como fuese.
Capítulo 1: ¿Y ahora qué hago?
“Andrew Thomas Reeve nacido en el año 1960, en Dallas (Texas), es el galardonado esta noche… ¡un fuerte aplauso para él!”.
Cuando abrió los ojos, se dio cuenta que todo aquello había sido fruto de su imaginación. Estaba sentado en aquel sillón gigantesco, dentro del estudio, rodeado de su amplia colección de guitarras y de sus numerosos posters de los Rolling Stone. En sus manos tenía una Fender Telecaster del cincuenta y dos, a punto de caerse. Se levantó y la dejó suavemente sobre la cama. ¿Qué hora era? Debía de llegar temprano para prepararle la cena a su hijo; Daniel. Abrió la puerta y bajando las escaleras, se dio cuenta de la cantidad de momentos que había vivido allí durante su infancia. Cogió las llaves y cerró la puerta rápidamente.
Aquella casa estaba sola y abandonada desde que su madre falleciera el pasado mes de Diciembre. Al entrar recordaba cada uno de los momentos más especiales que había vivido allí, en su vivienda. Ahora, solo se pasaba por allí cuando tenía un par de canciones nuevas que poder tocar, cuando estaba inspirado o simplemente en esos momentos en los que uno necesita estar solo. Todavía no la habían puesto en venta, pero él no quería vendérsela a nadie, le daba mucha pena desprenderse de ella. A fin de cuenta, había pasado toda una vida allí.
Daniel escuchó a su padre llegar a su casa. No venía como todos los días. Solía llamarlo y esperarlo delante de la puerta con los brazos bien extendidos, para que él saltara y le diera un abrazo, pero hoy no. Esta vez, dejó su abrigo en el perchero y se dirigió a la cocina para preparar la cena. Esta vez, lo veía envejecido, se deparó en las arrugas tan marcadas que lucía en su cara y también en aquella barba canosa que se estaba dejando.
-Papá, ¡¡¡has vuelto!!!- dijo su hijo sonriente, entrando en la cocina con sus brazos bien extendidos.
-¡Hey, pequeñín!- exclamó fingiendo que estaba feliz-. ¿A qué estás esperando para darle un abrazo a tu padre?
Los dos se fundieron en un gran abrazo y acto seguido, antes de dejar que su hijo se marchara a su habitación dando brincos, le dio un besito en el cogote. ¿Qué sería de su vida sin él y sin su mujer? Estaba inmerso en sus pensamientos, cuando llegó su esposa.
-¿Hay alguien en casa?- preguntó en voz alta y con una gran sonrisa en la boca.
-Sí, ¡mami!- gritó Daniel, de nuevo.
Tras unos mimitos, la mujer se fijó en Andrew que la mirada con una sonrisa tímida desde la cocina. Frunció el entrecejo y le ordenó a su hijo que se fuera a jugar a su dormitorio.
-Cariño, ¿qué tal en el trabajo?
-Bien…-mintió.
Le dio un beso en la mejilla y observando que éste a penas se había inmutado, le cogió de los hombros e hizo que realizara un giro de noventa grados para así tenerlo de frente.
-Mírame a los ojos y cuéntame lo que te ocurre- le pidió Mary muy preocupada.
-Nada, no me pasa nada.
-Te conozco desde hace mucho tiempo y sé que te pasa algo- le dijo poniéndose seria.
-A ver, esto como te lo explico…- le respondió apartándose el flequillo de la frente-. Verás, mi empresa ha decidido prescindir de mis servicios.
-¡¿Qué?! ¿Me estás diciendo que te han echado? ¿Qué ya no tienes trabajo?- Mary se estaba poniendo histérica.
-Tranquilízate, mañana voy a echar papeles para encontrar otro…- la intentó de calmar su amado.
-¿Y eso? ¿Por qué te han echado?
-No pueden pagar a todos los trabajadores, así que han decidido echar a aquellos que llevaban más tiempo trabajando allí… No sé, buscan innovación y se ve que nosotros no la tenemos ya.
-¡Oh, Dios mío! ¿Y ahora qué vamos a hacer?
-No lo sé, pero tranquila, seguro que encuentro algún empleo- le animó acariciándole el pelo y abrazándola.
-¿Por qué nos tiene que pasar esto a nosotros?- se preguntó en voz alta Mary con lágrimas en los ojos.
-Nos pasa, porque nos tiene que pasar. Nosotros somos tan sólo una de las miles de familias afectadas, Mary- razonó Andrew.